Somos lo que comemos, hasta tal punto que la alimentación puede influir en mucho más que nuestra forma física, también puede contribuir a mejorar nuestros estados de ánimo. Hay alimentos capaces de combatir el decaimiento e incluso la depresión. El valor nutricional de determinados ingredientes regulan ciertas funciones cerebrales, influenciando la producción de hormonas que provocan calma, eliminan el estrés o producen alegría.
Una alimentación sana con ingredientes que contengan sustancias como el magnesio, el zinc, vitaminas E y B o selenio, puede suponer un nuevo comienzo hacia una vida más saludable y un estado de ánimo mejor.
El efecto de determinados ingredientes de nuestros platos en el organismo puede influir en nuestra actividad cerebral y mejorar la salud mental y emocional, ofreciéndonos una sensación de bienestar y placer tras su ingesta.
Entre alimentación y emociones hay un vínculo complejo, pues así como nuestro estado de ánimo puede afectar lo que comemos y cómo comemos, entonces la alimentación puede ayudarnos a ser más feliz.
Lo que comemos está estrechamente relacionado con nuestras emociones, y de la misma manera, estrechamente relacionadas con el tipo de comida que elegimos comer. Este mecanismo está en constante retroalimentación y no somos conscientes de ello.
Muchas veces estamos tan ocupados y estresados, que ni tiempo tenemos para elegir correctamente nuestras comidas o dedicarle tiempo de calidad al momento de comer, acabamos eligiendo comidas precocinadas, listas o comida chatarra. Otras veces aunque tengamos tiempo, pasamos temporadas difíciles que nos afectan emocionalmente, generalmente en estos casos elegimos comer para aliviar ese malestar, y el tipo de alimentos suelen tener las siguientes características: son dulces, pastosos, grasos, crujientes. Esta manera de comer la llamamos el ”Comer emocional”. Comemos para compensar una emoción, para llenar un vacío.